jueves, mayo 06, 2004

Olores e imágenes que matan

Autor: Yanett Polanco

Caracas es linda, vale, de eso no tengo la menor duda. El que vive en ella aprende amarla y a defenderla.

A mi me encanta Caracas. Bulliciosa ciudad, fiesta de carnaval y movimiento en el día y árbol de navidad de noche, sin nada que envidiarle a una postal de Las Vegas.

Mi Caracas, la de todos, es como una mujer, pintada y maquillada para la noche, práctica y valiente para el día. Con sus mil personalidades, llena de historias de luchas, de los recuerdos de fiestas, de temblores en la tierra, que me están tocando el alma.

Sus calles son como árboles, donde parece no alcanzar el agua, que le calme la sed, que le limpie las hojas de sus calles, falta el pincel que pinte de colores las puertas y ventanas, la paleta con cemento que le cierre las grietas, una bola de asfalto que le cierre la boca tan gritona, una muestra de amor, pero no esa, la de novela.

Un laberinto de líneas y avenidas, llena de muchos nombres y esquinas, forradas de carros viejos y últimos modelos, con sus pasajeros y pilotos, cantándose en trayectos las prosas y maldiciones, a veces implorándole a un semáforo dormido, que les llene de luces adecuada, su destino.

Aquel chico que va la escuela, el joven que viene de la gran universidad, el obrero, el ingeniero, el alcalde, el campesino y hasta el indio.

El mismo visitante, que llevará en su maleta esta foto de metrópolis, llena de olores y sabores, algunos dulces y brillantes, otros amargos y entre negros abrumantes, de niños como liebres, sentados en las aceras, un mercado mundial regado en cada esquina y de las soledades de quien pide y espera el milagrito.

Soledades y sonrisas, los grandes corredores, hacedores de la vida cotidiana, que se empujan entre si y que sin querer, pisan la grama verde que embellece algún rincón.
O aquel que cegado por su lucha individual, sembró bancos y banderas en las más hermosas de las plazas.

Los rebeldes, o lo más soñadores, idealistas, que plasman en paredes pensamientos de Bolívar, de Jesús y su doctrinas populares, precursoras de los cambios en la historia.

Ella me huele mal y no renuncia a los perfumes de la gente.
Tiene sonrisa amarga, como de moscas, es una foto fea, desde hace tiempo, mi Caracas.
Duele escribir la frase: Reina de la basura y la violencia.
Lleva un cetro de rabia y descontento.

Es moribunda y viva, mi Caracas.
A usted, que la administra y da el ejemplo, saquémonos las ganas del bolsillo, y de los pensamientos, la firmeza, agarremos la escoba y limpiemos el pueblito de Losada, que ha crecido y se hace grande por tanto desconsuelo.

Si Billo´s me leyera, sin ver a mi Caracas, sería un llanto quebrado, la frase y melodía esa, que todavía canta... ”y es que yo quiero tanto a mi Caracas...”

Y tú... que la quieres tanto, ¿Qué harías tú, por Caracas?



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