El Simulacro de escritor decide
contar una historia breve, muy breve y liviana a una hoja seca, ávida de leer,
mecida por el viento y temblorosa.
Tiemblan y crujen las manos y el
cuerpo tostado de la hoja, calentados por las líneas de un Simulacro de
Escritor desesperado por compartir un sueño, una historia.
Cada línea que absorve es un
crujido en su sequía inminente, cada letra una promesa de humedad, una historia
desconocida, un anhelo verde.
Verde allá, verde aquí no, más la
sequía se desborda y las letras siguen. La hoja se regocija y el Simulacro de
Escritor sonríe... sonríe y es tan genuina, profunda y sincera su sonrisa, que
el llanto cae en carcajadas y la hoja se baña y se humedece y el simulacro de
escribir se hace verdad y el crujir es un latido y la pluma se mece en las
delgadas grietas de la piel de la hoja, que ya no está seca!
Quien simulaba escribir, escribe
y cree en su letra, la hoja se siente verde y una promesa de renacer aflora en
algún lado. Por fin la hoja humedecida de llanto y alegría y el Simulacro de
Escritor emocionado se configuran y se hacen felices...
La hoja se pregunta emocionada
¿Es posible que el llanto de otro
me haya devuelvo mi felicidad?
El simulacro de escritor se
pregunta
¿Es posible que alguien quiera
leer y disfrute lo que escribo?
Ambos se preguntan ¿Seremos
felices para siempre?
Nunca dejes de creer